Descubriendo la D.O. Costers del Segre
Talarn, cerca de Tremp, es el dónde. Raül Bobet es el quién. Y el qué es la bodega Castell d'Encús. Un sueño hecho realidad a más de mil metros de altitud. Cinco vinos que van más allá de una experiencia, que son fruto de una ilusión y resultado de una pasión.
La bodega Castell d'Encús (D.O. Costers de Segre), contempla desde su particular atalaya la realidad de un clima cambiante buscando minimizar su impacto sobre la vid. Al menos ese era el objetivo primigenio de Raül Bobet cuando en 2001 inició una nueva aventura vitivinícola. Con un largo recorrido en el mundo del vino a sus espaldas -estudió y trabajó en bodegas de E.E.U.U.-, Bobet encontró la inspiración en este particular enclave al que considera un proyecto de viña, más que de bodega, y donde consigue el frescor y el carácter que distinguen sus vinos montañeses.
La aventura pirenaica
Un reto. Esa quizá sea la mejor palabra para definir lo que Bobet vio en los terrenos en los que hoy crecen sus viñas. La finca, que cultiva un abanico muy amplio de vides, se extiende por un total de 95 hectáreas de suelo calcáreo custodiadas por una frondosa masa boscosa. Cerca de ellas, avizores, se hallan la ermita románica del siglo XII, ahora restaurada por el propio Bobet y convertida en Sala de Catas, y los antiguos aposentos de los frailes que residían en la zona.
En las alturas, otro de los grandes amores de Bobet es el clima. Aunque traicionero e imprevisible, la climatología de alta montaña favorece la maduración aromática de la uvas, que permite a los diversos tipos de frutos aportar y garantizar sus respectivas cualidades. Para ello, debe existir un equilibrio entre altitud y exposición solar absoluta para evitar la acidez intensa de la uva y garantizar su dulzura.
El vino que nace de las piedras
Uno de los factores decisivos que, sin duda, impulsaron a Bobet a emprender esta aventura de altura (a parte del indiscutible encantamiento que producen las vistas), fueron los siete lagares excavados en su piedra madre que lo esperaban inalterables pese al paso del tiempo. Los cubos, una de las maravillosas huellas que los monjes hospitalarios dejaron a su paso, encendieron la bombilla del enólogo: elaboraría sus vinos aprovechando aquellas tinas milenarias, consiguiendo de esa forma un toque especial para cada uno de ellos y que, además, lo diferenciaría de sus competidores.
Aunque algunos vinos se fermenten en tinas de madera o acero inoxidable, los lagares otorgan un sello muy particular a los productos de Encús. Antes de descansar en las barricas, la uva se recoge manualmente y se deposita en pequeñas cajas de 10 kilos. Después se traslada a la bodega, donde se selecciona a mano para ser transportada a los lagares. Y es en este momento cuando se produce una de las imágenes más encantadoras de todo el proceso: debido a los desniveles naturales del terreno, se organiza una cadena humana de unos 50 metros para depositar los frutos en las tinas de piedra. Una vez llenas, se prensan con los pies con el objetivo de ayudar en el arranque de la fermentación.
Para evitar su oxidación, se ideó un sencillo sistema que consiste en tapar bien los depósitos con capas de plástico, impidiendo la entrada de insectos o agua de lluvia, y agregarles anhídrido carbónico dos veces al día para evitar alteraciones durante la fermentación. Y es que los lagares de piedra no sólo sirven como magníficas barricas naturales, sino que, además, proporcionan levadura autóctona y sin contaminación al vino y aportan a la variedad blanca una oxidación controlada y, al tinto, unas notas muy características de sotobosque.
Del racimo al paladar
El resultado de un vino no sólo viene determinado por el clima o su proceso de elaboración, sino que también depende del trabajo del enólogo. Con sus plantaciones, más foráneas que autóctonas, Bobet quiere demostrar que con la climatología y los tratamientos adecuados se pueden hacer vinos realmente interesantes.
En Encús se elaboran cinco tipos de vinos diferentes cuyas características principales parecen de otro lugar, quizá por las intensas radiaciones solares, el frío nocturno o las nevadas en invierno a las que los frutos que les dan cuerpo están expuestos. Bobet cuida el más mínimo detalle para que uva, tierra y filosofía queden grabados en sus productos en pos de la máxima calidad, obteniendo lo que él mismo denomina “vinos de montaña”.
Apelando a tal calificativo, Acusp es un tinto de altura. Elaborado 100% con uvas Pinot Noir, es uno de los pocos que se hacen en España. Con rasgos jóvenes, puede envejecer y llegar al sabor de los tintos viejos si se deja descansar durante varios años. Su proceso de fermentación pasa por tres recipientes: los lagares de piedra, las tinas de madera y los depósitos de acero inoxidable.
El vino blanco Ekam, por su parte, está elaborado con uvas de gran casta, las riesling francesas, capaces de transportar nuestros sentidos a su país de origen. Sus vides están plantadas en la zona más alta y fría de la finca, donde los frutos puede desarrollarse con mayor calidad.
Y, recuperando la magia de los lagares, encontramos el Quest, el primer vino tinto cuya fermentación se ha desarrollado en su totalidad en los cubos de piedra. Con un coupage de cuatro variedades de uva perfectamente sincronizadas, el Quest conjura frescura y calidad, haciendo eco de la máxima extracción varietal de los frutos que lo componen.
El otro gran vino blanco de la bodega es el Taleia. Fuertemente personalizado por la variedad sauvignon blanc, el Taleia representa el proyecto de Bobet de elaborar un vino blanco como ninguno en España, huyendo de las estridencias e independientemente de los gustos imperantes de los consumidores. Gracias a su acidez, se conserva muy bien en botella.
Y por último, el tinto Thalarn, cuyo nombre hace honor al pueblo pallarés donde se haya el enclave de Castell d'Encús. Es un monovarietal de uva Syrah, que se expresa de forma muy fresca debido a la altitud en la que se encuentra su vid. Al igual que todos sus compañeros tintos, el Thalarn se fermenta en barrica antes de su crianza en madera.
En resumen, los vinos de Castell d'Encús son únicos, pues en ellos se entremezclan las características de los vinos más septentrionales debido a la altura en la que se cultivan las vides con las cualidades propias de los vinos mediterráneos, más pletóricos de sol y con ese toque frutal.
Y así es como Raül Bobet consigue cumplir su sueño de altura. Luchando contra el clima, aliándose con la naturaleza y aceptando la tranquilidad que ofrece el amparo de los Pirineos. Una lección de humanidad en un rincón ascético.