Los mitos del vino (II)
En los últimos años, desde que el vino se ha convertido en una bebida en alza y, particularmente desde que se han abierto blogs y páginas dedicadas a esta bebida, el vino se ha desmitificado y se ha convertido en un producto mucho más accesible para la mayoría de gente. Pero todavía prevalecen algunos mitos que deben ser desmentidos para que todos podamos disfrutar tanto de sus cualidades como de sus propiedades.
1. Los vinos jóvenes son de peor calidad. Puramente subjetivo. Según la normativa de la región donde se elabora el vino y según su denominación de origen, se permiten vinos jóvenes con crianza, es decir, que algunos vinos jóvenes también pueden pasar el proceso de crianza en barricas. Como todas las variedades, entre los vinos jóvenes también podemos encontrar algunos de alta calidad; de hecho, de la lista de los 10 mejores vinos e nuestro país, 8 son jóvenes.
2. El color determina el estado del vino. Falso. Es cierto que el color puede ser un indicativo de que el vino se encuentre en mal estado, pero para saberlo y asegurarnos debemos fiarnos más de nuestro olfato que no del sentido de la vista.
3. El vino tinto marida con carne y el blanco con pescado. Aunque se asocia así, es falso. El fin de un buen maridaje se basa en complementar un plato con el vino, potenciando sus sabores y manteniendo un equilibrio entre ambos. Es cierto que las carnes rojas, como asados o piezas cocinadas a la parrilla, maridan mejor con un tinto viejo, pero las carnes blancas o los platos de pasta de carne también pueden ser acompañados de un blanco de guarda. Y lo mismo ocurre con el pescado: los azules como el atún casan bien con un tinto debido al contenido de grasa que tienen, del mismo modo de que un blanco maridará a la perfección con marisco o sushi.
4. Una cuchara a modo de tapón. En muchas partes existe la creencia que, introduciendo una cucharilla dentro del cuello de una botella de cava abierta el gas se conservará dentro, manteniendo las propiedades efervescentes de la bebida. Aunque sea una costumbre muy arraigada en muchos hogares, lo cierto es que no tiene ningún uso, pues el gas desaparece de todas formas. Cuando abrimos una botella de este tipo, lo mejor es bebérnosla cuanto antes, o guardarla en la nevera bien tapada, ya que el frío ayuda un poco a mantener el gas.
5. Los espumosos, cuanto más fríos mejor. Una cosa es cómo el consumidor está acostumbrado a beberse una copa de cava o champagne, y la otra, la temperatura recomendada para consumirlo. Es cierto que, en las etiquetas o notas de cata, se recomienda servir estas bebidas a una temperatura no mayor a 6ºC, pero tampoco menor. Esto tiene una explicación lógica, y es que los líquidos expuestos a temperaturas demasiado bajas pierden sus cualidades organolépticas además de “matar” la burbuja y la posibilidad de poder cambiar la estructura de la bebida... eso si la botella no se rompe antes.